10/6/09

No me llamó como le pedí. Llegó tarde a la cita. Me llamó en momentos inadecuados. Simples indicios de una mañana extraña. Ni quería hablarle, quería escaparme, no haberla conocido nunca, no quererla, no verla nunca más en la vida. Quería olvidarme de ella estando ahí.
Fue amable, tuvo gestos mínimos. Se dió cuenta que algo no estaba bien. Llegamos y me abrazó. Nos tiramos en la cama y no pude contenerme. No quería arruinar el momento, no quería ni hablar. No quería volver a tocar ciertos temas delicados donde ella evade respuestas y quedamos como siempre. No quería enfrentarme otra vez a la verdad, a que no me quiere, que soy su otra, que está conmigo por diversión, fantasía o costumbre. Entonces no hablé y ella preguntaba. Y lloré. Abrazadita a su pecho solté poco más que tres lágrimas. Me fui corriendo al baño y no pude evitar lo inevitable. Lloré varias lágrimas más y volví. Ella me esperaba, me abrazó fuerte y yo sentí un vacío inmenso recorrerme el alma. Un frío que me pasaba entre medio de los pulmones y el corazón. Me abrazó más. Yo sentía sus brazos rodearme el cuerpo y querer sentirme segura y no poder. Me besó como nunca antes. Si me decía "te quiero" me tenía para siempre. No lo hizo. Seguramente porque ni lo siente. Lo necesité. Fue un momento y necesité sus palabras. Y ella no me las dió jamás.

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